LEE: Gabi nos encantó tu historia, la leímos con alumnos de 5to grado y no solo se sintieron identificados sino emocionados y dio lugar a que sacaran afuera reflexiones importantes sobre su propia vida con los compañeros de colegio. Cuando la leíamos nos pareció que conocías muy bien el tema del bullying. ¿De dónde te viene esa experiencia y cómo te inspiraste para escribir esta maravillosa historia?

GABI: Me alegra realmente que esta historia les haya gustado a los chicos. Pensando en ellos es que la escribí. La experiencia del bullying me viene de “dos orillas de mi vida”, podría decirse: en primer lugar de mi experiencia como niña. Siempre fui muy sensible a todo lo que tuviera que ver con las relaciones entre las personas, así es que en mi experiencia escolar pude ver esta triste manera de trato que se da a veces entre los chicos. Alguna que otra agresión verbal sufrí a mi vez y me avergoncé por no saber cómo contarla, al igual que Teo. Esas imágenes de la infancia, se ve, se me quedaron en el corazón y salieron con forma de historia para ser compartidas. En esta historia yo no hago otra cosa que preguntarles a los chicos sobre su experiencia y a los adultos también, porque en primer lugar me lo pregunto a mí misma.

La otra orilla es mi experiencia como profesora y directora de escuela. Vi  y viví el bullying desde la mirada del adulto y desde el que tiene la responsabilidad de poder  hacer algo con lo que está sucediéndole a los chicos. Siempre me preguntaba por qué pasaban estas cosas, de dónde venían y por qué existía esta figura del victimario  y la de la víctima. Y como no podía responderme sola, me decidí a hacer algo que creo, me ayudó mucho: ESCUCHAR activamente a los chicos, a los papás, a los profes y a los maestros. No sé si logré mucho, pero escuchando y dialogando aprendí de todos ellos y en varias ocasiones- aunque no en todas, como hubiera querido- a partir de la escucha fue posible el diálogo y una vía de solución.

LEE: El contexto elegido, las inundaciones de La Plata, son parte central de la historia. Vos que vivís allí, habrás estado muy sensibilizada con estas catástrofes ¿Estás de acuerdo en que uno escribe mejor acerca de lo que conoce?

GABI: Sí y no. Indudablemente que esta catástrofe nos golpeó feo a todos los platenses, y me llevó a escribir sobre ella como forma de contar y, otra vez, de preguntar  y preguntarme qué significaba. Aún así, creo que todo escritor maneja mundos imaginarios que, si bien se basan en componentes de la realidad que conoce, también pueden alimentarse de mundos desconocidos, de lecturas, o de territorios inexplorados como los sueños. En mi caso personal, los sueños son un componente importante de lo que escribo. Y no sé si hablo de algo que conozco cuando  los incorporo en mis textos. Así que la experiencia personal es importante, pero los escritores siempre estamos pensando en lo que no vemos de lo que vemos. Les explico el trabalenguas: por ejemplo, esa señora viejita en la cola del banco, que arrastra los pies y está envuelta en mil sacos y pulóveres raídos, que tiene ojos de lechuza , pelo de virulana y manos retorcidas con uñas pintadas, extrañamente, de rojo sangre: ¿será una bruja próxima lanzarle un hechizo al cajero para que la haga pasar antes y nos va a petrificar a todos o será simplemente una ancianita bondadosa y mansa que esperará su turno? No lo sé, pero  imagino como  posibles ambas opciones, y, entonces, en cada recoveco,  me espera una historia. La ecuación sería:

Experiencia+Observación+Imaginación= ¡Literatura!

LEE: ¿Qué consejos le darías a los alumnos para perfilar un personaje y una historia?

GABI: Creo que un poco lo contesté antes: yo observo lo que me rodea, y también alimento mi imaginación como si fuera un pichón de pajarito sin plumas que necesita de su mamá. La alimento de lecturas, principalmente, porque ya se sabe que es casi imposible escribir si uno no lee bastante. También hago otras cosas que me ayudan con ella, pinto, trabajo con las manos, hago collages. Eso me viene desde que era muy chiquita y nunca he dejado de hacerlo.

Para perfilar un personaje o una historia no tengo una receta: suelo hacer pequeños apuntes, anotar ideas o escribir pequeños fragmentos de cosas que me parece podría decir el personaje, o imágenes que se me vienen a la mente cuando camino por la calle o me baño (¡muchas ideas de historias me vienen en la ducha!). Curiosamente, Lo que Teo no dice surgió de un sueño, del sueño de la pared de tortugas que tuve después de la inundación y también de haberme enterado que la tortuga de mi ahijada, Rosarito, se había salvado flotando en el agua. Teo es hijo de esas experiencias y de la desazón y la angustia que yo sentía después de la inundación. Me senté en la compu y lo dejé hablar. La historia fue saliendo desde él y desde su sentir. Y después de escribirla, la corregí, la corregí, la corregí. Es decir, creo que es fundamental volver a leerla varias veces, porque así te das cuenta cuánto la podés mejorar, aclarar y hasta hacerla más bella. También la doy a leer a otras personas: mi amiga Adriana, mi hija Belén de Larrañaga que también escribe para chicos, a Mercedes, mi editora, en fin, trato de escuchar sus comentarios y reformular lo que haya que  reformular si me parece que lo que me dicen es correcto. O sea, armar la historia y escribirla es el primer paso, el segundo es corregirla. Así que, chicos… ¡a no enojarse con la seño si les pide que reescriban, tiene razón!

LEE: Adoramos la ternura de Teo pero también nos intrigó mucho la personalidad de Hernán y pensamos importante conocer bien a las personas para ayudarlas. Una frase que nos encantó fue justamente cuando Teo le pide a la directora que no castigue a Hernán sino que lo ayude. Sabemos que se viene una segunda parte.  ¿Podremos allí conocer mejor a Hernán?

GABI: ¡Sí! ¡Claro que sí! Ya vamos a ver en esta segunda parte quién es Hernán y qué le ha pasado, cómo resuelve su problema y cómo viven los demás chicos lo que pasó. La segunda parte plantea qué pasa después del bullying y que una persona NO es sólo  la agresión que comete aunque tiene que hacerse cargo de las consecuencias de sus actos. También las tortugas tienen relevancia en esta segunda parte… ¡es que me encantan! ¡Pero no les digo más y me muerdo la lengua!